Actualizado: 06/10/2015
“Algunas personas tienen el talento de sacar o volear bien, yo tengo el talento de saber competir“. Esa fue la frase que eligió Jim Courier para describir cómo un jugador como él, poco virtuoso pero perseverante, podía llegar a estar entre los más grandes. Seguro que más de una vez lo hemos comentado o escuchado sobre algún jugador o pareja; “No es un gran jugador pero sabe competir“.
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Competir es pasar de la “teoría” de los entrenamientos y partidos amistosos a la práctica de los torneos. Muchos son los jugadores y parejas que aúnan talento e inteligencia en el juego y que son capaces de plasmar todo su potencial en entrenamientos y partidos amistosos, y, sin embargo, llegan a los torneos y parece que llevan escasos meses jugando al pádel, debido a que la competición arroja tantas variantes y tan decisivas que si no son bien manejadas pueden arruinar el rendimiento individual y de la pareja.
Saber competir es hacer frente a las dificultades con el objetivo de superarlas, entender la importancia del esfuerzo, aceptar y convivir con el cambio o los imprevistos, transformar los problemas en retos o metas, estar guiado por la superación de continuos cambios y sucesivos retos, querer aprender y mejorar en cada momento… es decir, saber competir es superación personal.
Cuando intentamos superarnos a sí mismo estamos compitiendo con uno mismo que, a menudo, es más duro que hacerlo contra cualquier oponente. Innumerables veces observamos a los jugadores hablarse negativamente, incluso realizando verdaderas obras dramáticas expresando la frustación por el punto perdido, o jurando en arameo o maldiciendo por la mala suerte que están teniendo en ese partido. Estas actitudes son sólo mecanismos de defensa ante la angustia de no poder resolver la situación. Sabemos que ese diálogo negativo nos perjudica, que no lo debemos hacer, sin embargo, lo realizamos una y otra vez. Para evitar este diálogo negativo consigo mismo es importante que el jugador sepa qué puede tener bajo su control y qué no. Una vez conseguido ésto el jugador no debe gastar energía y cabrearse por cosas que no podemos cambiar ni controlar.
No podemos controlar las condiciones climáticas, el estado de la pista, la actitud del rival, el bote de la pelota o el ruido exterior. El jugador debe saber que no puede hacer nada contra todo esto, no puede preocuparse por algo que no puede solucionar. En cambio, sí hay otras acciones y actitudes que están bajo nuestro control y podemos modificarlas y utilizarlas según nos convenga.
Una de ellas, la actitud. Hay que poner toda la energía en la salir a la pista dispuestos a luchar cada bola y demostrarle a nuestros rivales que nuestra mejor arma es la actitud para competir. Aunque puede parecer extraño, muchos deportistas no poseen de forma innata una mentalidad ganadora, y, por el contrario, son conformistas y poco ambiciosos. En el momento que no empiezan a salirle las cosas como ellos pensaban tiran la toalla y dan el partido por perdido.
Además, tenemos que saber leer los partidos. Cada partido y cada juego del mismo requieren ser tratados de formas distintas. No podemos pensar que jugaremos igual al principio del partido, con un 40-15 en el primer juego, que el mismo 40-15 del último set con un 5-4 en juegos. Es muy importante saber leer el partido y actuar en consonacia con lo que requiere cada situación. Hay jugadores en este sentido que tienen una mentalidad muy plana y que tienen una idea muy definida de que todos los puntos los tienen que jugar de la misma forma, y son incapaces de salirse de ese guión y de adaptarse a las circunstancias puntuales de cada partido.
Tenemos que tener en cuenta que no siempre estamos igual de afortunados, cada partido es diferente, tenemos días buenos y malos. Debemos saber gestionar un mal día. Generalmente no suele ser fácil por parte del jugador, quién no encaja de forma adecuada su bajo rendimiento en un momento determinado. El jugador que sabe competir de forma ideal es lo suficientemente maduro para asimilar rápidamente sus virtudes y sus limitaciones en un partido concreto, y en vez de lamentarse de lo que no le sale bien se centra en los aspectos que sí puede llevar a cabo con la solvencia de siempre.
Por último, debemos saber parar a tiempo el diálogo interno. Si acabamos de fallar una bola fácil y le estamos dando vueltas a lo mal que lo hemos hecho no vamos a estar preparados para el siguiente punto. Tenemos que despejarnos de los pensamientos negativos sobre la jugada anterior y centrarnos en el punto que vamos a jugar.
Espero que estos consejos os sirvan y podáis ponerlos en práctica para mejorar vuestro juego y poder, así, “saber competir”, aunque recordad siempre que un buen competidor tiene que saber también perder, ya que el arte de vencer se aprende en las derrotas.
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